Ha pasado un tiempo desde la misión de Emily. Hemos continuado con nuestra vida escolar. Los trámites para la graduación han comenzado, veo como todos los aspirantes a egresar se muestran felices por esto. Yo, por otro lado, ni siquiera puedo pensar en qué debo hacer. Mis padres esperan que tome mi lugar dentro de la empresa ahora que tengo 19. Siento que soy demasiado joven para tomar un cargo tan importante, sin embargo, también lo soy para morir en alguna misión.
Con cada día que pasa veo como mi futuro tranquilo se escapa de mis manos, ese futuro donde Emily está a mi lado, donde vivimos una vida tranquila junto a nuestros amigos. Esa vida sé que no llegará, al menos no tan pronto ni tan fácil.
Antes solía pensar que el mundo aquí afuera era increíble, que había paz, que las personas solían exagerar al contar sus puntos de vista. Pero desde que llegué a este instituto mi perspectiva del mundo cambió drásticamente.
Hay asesinos que son pasados por alto, el crimen en este país es visto tan normal que ya no le dan importancia. Puedo escuchar que han encontrado muchos cuerpos sin vida y la sociedad no dice nada, pero ¿cómo es posible que nuestra población se preocupe más por cómo están otros países en lugar del nuestro? ¡Deberían reaccionar! ¡Deberían ver que nuestro país está mil veces peor!
“¿Estás bien?”, pregunta Diana al verme perdido en mis pensamientos.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estamos de pie en una fila de personas que lleva hasta una gran mesa en el campo de fútbol asociación.
“Sí, estoy bien”, respondo.
“¿Qué paquete piensas comprar?”, pregunta ella.
¿Ah? ¿Dónde estoy? Ah…
Es verdad… por un momento olvidé que estábamos formados para seleccionar nuestros marcos para las fotos de graduación.
“Pues… no lo sé, el más caro, mi familia quiere atesorar esas fotos… después de todo salí de la muerte”, respondo, con un tono lleno de serenidad, como si las esperanzas de obtener un futuro pacífico se hayan desvanecido por completo.
Diana me da un pequeño empujón y me sonríe, “anímate. Sé que todo esto te genera un miedo inmenso, pero, es necesario que intentes estar feliz, puedes decidir no seguir el camino mutante después de todo”.
Ella tiene razón, nada me obligará a hacerlo. ¡Es verdad! Suelo hundirme por cosas sin sentido, pero nadie me está pidiendo que siga el camino de un héroe o algo por el estilo. Es solo una decisión que debo tomar.
Mi mirada se ilumina y sostengo a Diana de los hombros mientras la sacudo un par de ocasiones, “tienes razón. ¡Tienes razón!”.
Así, llega mi turno para pasar a la mesa y ordenar mi paquete de fotos. Selecciono el que mejor pinta tiene, el más caro por supuesto. Toman mis datos y me entregan un contrato el cual firmo.
Tras eso, camino hasta las gradas y me siento para esperar a los chicos. Diana me sigue y se sienta a mi lado. El aire de la época nos sacude el cabello y los árboles contonean sus hojas de un lado a otro.
“¿Ya hiciste algún movimiento con Rodrigo?”, pregunto.
Ella da un pequeño salto en su lugar y luego me mira con un rostro molesto, “no, pero, no es porque no quiera. Él huye de mí, y cuando logro hablarle él simplemente oculta su rostro. Su mente siempre se satura de basura cuando me acerco a él”.
“¿Ah sí? ¿Qué suele pensar?”.
Diana cruza sus brazos y cierra sus ojos mientras mantiene el ceño fruncido, “ese imbécil siempre que me ve piensa cosas como: No me leerás, no me leerás. O incluso suele contar del 1 al 100 para que deje de leer su mente”.
No puedo evitar reírme a carcajadas por lo que Diana ha dicho. Ella me mira molesta y golpea mi brazo izquierdo. “No da risa”.
“Es que sí da risa, es muy gracioso. Ay, Dianita. Deberías forzarlo a decirte lo que siente, ese imbécil daría su vida por ti”.
Con mis palabras, Diana sonríe y agacha su rostro mientras juega con su falda.
“Lo sé… es un chico lindo… un lindo imbécil”.
Amor apache… supongo.
Tras unos minutos más, Emily se nos une junto a Sandra y Karla.
“Oigan, ¿por qué no salimos a un bar? ¡Ya todos somos mayores de edad!”, exclama Sandra.
“Yo no” Emily agacha su rostro apenado.
“Es verdad, no eres mayor de edad. Eric, eres un asaltacunas, andas una chica menor de edad”, dice Sandra mirándome molesta.
“Pues solo por meses, no debería haber problema”, digo.
Diana se queda pensativa un rato y luego choca sus palmas como si hubiera tenido una increíble idea. “Yo sé de un lugar donde dan alcohol pero al mismo tiempo es family friendly. ¿Por qué no vamos allí?”.
La última vez que Diana nos llevó a un lugar que nos recomendó, despertaron mis poderes…
Trago saliva, y con una sonrisa nerviosa me acerco a Diana y la tomo de los hombros, “pero que esta vez no haya nadie herido”.
Todas me miran con desconcierto a excepción de Emily quien se ríe ligeramente. Para ellas ese pasado jamás existió ya que logré retroceder el tiempo, “es que, no lo recuerdan, solo Emily. Pero cuando salimos por primera vez del instituto, Diana nos llevó a un bar y fue justo allí donde ocurrió un ataque armado. Por eso desperté mis poderes”.
Karla se asombra y Sandra rasca su cabeza por unos momentos. “Es verdad… bueno, Diana. ¿No es el mismo lugar?”, pregunta Sandra.
“Creo que no, pero en aquel entonces había planeado algo diferente. Ahorita es algo similar, pero es en otro lugar, no hay billar aquí”, responde Diana.
“Bueno, pues mañana iremos”, digo.
Con ello, Rodrigo y Eduardo llegan también y de ahí vamos al comedor para ingerir algo mientras platicamos. Pasamos el día relajándonos, pues, mañana solo saldremos a disfrutar.
La mañana siguiente me levanto con muchos ánimos, mis calificaciones mejoraron mucho a como venía al inicio del semestre. Ya falta poco para salir de este lugar, regresaré a mi vida ordinaria. Con un refrescante baño y un poco de perfume, salgo de mi dormitorio y me reúno con los chicos.
Esperamos a que todos estén listos y nos marchamos para desayunar fuera del instituto. La tradición sigue intacta, ir a comer deliciosos manjares de antojitos como chiles rellenos y empanadas. Luego, pasamos al parque a comer helado y disfrutar de la frescura de la mañana frente a la catedral. A mediodía, caminamos hasta un asadero y comemos una parrillada, con esto quedamos a punto de reventar.
En el atardecer caminamos hacia una calle desconocida, esta calle es una bajada muy inclinada, por lo que avanzamos con precaución.
“Diana, siempre tienes ideas muy locas”, dice Emily.
“Bueno, son los lugares que solía visitar antes de entrar en el instituto”, responde.
Los autos bajan a gran velocidad soltando por completo el freno, pues la pendiente es tan pronunciada que no requieren del acelerador. Cuando la bajada por fin termina, cruzamos una clínica privada y llegamos a lo que se ve una especie de bar, las puertas están abiertas; grandes puertas negras que forman una enorme entrada y los muros exteriores tienen dibujos de jarras y palmeras. El interior tiene una palapa con muchas mesas y sillas de madera.
La música suena a todo volumen, hay una pequeña cantidad de personas allí y parecen estarse divirtiendo.
“¿Es aquí?”, Pregunto.
“Claro, pasen, busquemos una mesa”, dice Diana.
Miro a mi alrededor y la música es agradable, algo juvenil y cómodo. Los meseros nos ven llegar y se nos acercan a gran velocidad con una actitud eufórica. “¡Bienvenidos! ¡Por aquí, por favor!”
Seguimos a la pareja de meseros y nos sentamos juntos mientras nos entregan las cartas. “¡Este es un buen lugar!”, exclamo para que Diana pueda escucharme.
“¡Sí! ¡Quién diría que hace años fue clausurado porque mataron a un sujeto aquí!” me responde ella.
Eso solo me da mala espina, pero es evidente que Diana lo dice de forma cómica.
Todos escogemos nuestras bebidas, nadie le pidió su identificación a Emily, por lo que podemos disfrutar de nuestro momento. Yo me pedí una paloma con chamoy, Emily y Karla pidieron un mojito. Rodrigo una michelada al igual que Eduardo, Sandra pidió una cuba y Diana pidió una paloma extrafuerte.
Si ella bebe eso seguramente va a emborracharse en menos de dos vasos.
“¡Salud!”, exclamamos, chocando nuestras bebidas.
Mi bebida refresca mi cuerpo, la verdad es que con el calor que hay en el ambiente esto me ha caído como un oasis en medio del desierto. Entre anécdotas, chistes y muchos tragos, terminamos cantando y bailando al ritmo de la música en el lugar. No sé cuantos tragos llevo, perdí la cuenta luego del octavo vaso.
“¡Esto es vida!”, exclama Sandra, con una voz enredada y su mirada desorientada.
Mi visión está rara, definitivamente estoy ebrio, será mejor que me detenga ahora. Todo me da vueltas. Los rostros de mis amigos se encuentran irreconocibles, no puedo continuar.
“Chicos, chicos… debemos irnos”, dice Karla.
“Ella tiene razón, ya estamos ebrios”, digo, soltando mi vaso en la mesa.
“¡No seas aguafiestas! ¡Deja de sher tan gruñoooon!” Sandra se pega a mí y me azota con su aliento alcohólico.
“Aléjate… ¡DE MI NOVIO!” Emily suelta de golpe su vaso en la mesa y empuja a Sandra.
Esto ya está mal… debemos irnos pronto.
Rápidamente levanto mi mano para que el mesero sepa que estoy pidiendo la cuenta. Él se acerca a la barra y empieza a cerrar la cuenta con la cajera.
Mi rostro está hirviendo, tengo asco, quiero vomitar. No sé si es por la situación o por todo el alcohol ingerido.
“¡Ay! ¡Emily! No sheash taaaan pesada. ¡Tú tienesh a Eric tooooooooooooodo el tiempo! ¡Préstamelo un rati-to! Total…. sheguro que él no me aguanta ni ciiiinco minutos”.
Emily enfurece y suelta un grito furioso mientras presiona sus dientes con fuerza, “¡ES MÍO! ¡SOLAMENTE MÍO!”
“¡Pero mish peshosh son mash grandes que los tuyosh! ¡Lo dishfrutará mashhh!”, exclama Sandra.
De acuerdo, ya está excediendo.
En ese momento me levanto de mi asiento y le doy la espalda a Emily colocándome completamente frente a Sandra. “Escucha, lo que has dicho fue excesivo. No entiendo a qué estás jugando, Sandy, pero sea lo que sea, por favor, ya basta. No voy a permitir que ofendas así a Emily”.
Sandra me mira con una expresión extraña, sus mejillas enrojecidas por el abuso de alcohol y sus ojos entrecerrados. “Está bien… lo shiento. Pero ambosh sabemosh que yo sí tengo el valor de atreverme a darte lo que un hombre quiere”.
Sandra se levanta de su asiento y entra al sanitario de mujeres, yo, por otro lado, regreso a mi lugar y Emily me abraza con fuerza. “¿Qué pasa, mi amor?”.
Ella comienza a sollozar y su cuerpo entero tiembla. Diana me mira con un rostro preocupado, mientras que Rodrigo golpea su frente con su mano derecha. “Parece que le dolió lo que dijo”, dice Rodrigo.
Diana únicamente asiente.
Así que es así, Emily se sintió mal por lo que Sandra dijo.
Tomo suavemente las mejillas de Emily y levanto su rostro. Sus mejillas rojizas, sus lágrimas escurriendo por las mismas y sus ojos brillando como el mismo cosmos. No cabe duda, ella realmente es hermosa.
“No te preocupes por nada. Solamente tengo ojos para ti. No me importa ninguna otra mujer, solo tú. Eres hermosa, la más preciosa del universo. Si pudieras entrar en mi corazón…” digo, sujetando las manos de Emily y llevándolas a mi pecho.
“Si pudieras hacerlo, verías cuánto te amo y sabrías que la única mujer que deseo eres tú”.
Ella se enrojece aún más del rostro y sin previo aviso me abraza, dándome un enorme beso.
“Oigan, oigan. No queremos ver pornografía en vivo, ya suficiente tuvimos con que Sandra se pusiera malacopa”, dice Rodrigo con un tono arrogante.
“Ya vámonos”, dice Karla.
El mesero llega con la cuenta y saco mi billetera. La cuenta es de más de cinco mil pesos, realmente nos excedimos. De inmediato tomo mi tarjeta de crédito y pago la cifra con la terminal, agregando el 20% de propina.
En cuanto la cuenta está pagada todos nos levantamos de nuestros asientos, Sandra regresa y salimos de lugar. Contoneándonos de un lado a otro y con la visión distorsionada, logramos llegar al centro de la ciudad. Aún queda un largo camino para llegar al instituto.
“Deberíamos tomar un taxi”, dice Diana.
“Sí, no estamos en condiciones de irnos caminando”.
En realidad, tienen razón. El problema es que no hay un solo taxi cerca. La ciudad parece vacía, seguramente es medianoche.
La temperatura ha disminuido cerca de los 20°C y hay un poco de viento, por lo que el frío puede sentirse con mayor intensidad, para mí es normal, después de todo mi ciudad es fría.
“Vamos caminando hacia allá”, señalo. “Tal vez algún taxi nos alcance por allá”.
Caminamos rumbo al instituto por la noche, entre risas y bromas, pues el alcohol aún no se nos bajaba. Pasamos la catedral y luego nos encontramos en la calle que nos lleva directo al instituto.
“Miren, una cantina”, dice Sandra.
“Sí… pero es mala muerte, allí no seremos bien recibidos”, responde Diana.
La música en ese lugar está demasiado intensa. Me causa algo de molestia. Es increíble que no hayan cerrado ya este lugar, hay muchas casas alrededor.
“Sigamos, ya estamos cerca”, digo.
En ese momento, algo en mí me hace detenerme. Una sensación escalofriante recorre todo mi cuerpo, mis piernas se congelan y todo a mi alrededor pareciera que se detiene. Mi corazón late con tanta fuerza que no puedo respirar con calma. Mis manos se entumecen, es como si mis poderes estuvieran actuando por sí solos.
¿Es esto lo que llaman instinto?
“¿Pasa algo, Eric?”, pregunta Emily.
Me quedo congelado unos segundos y luego miro hacia la cantina. Puedo sentir una gran vibración proveniente de ese lugar, ¿qué es esto? Mi cuerpo tiembla. Mis amigos comienzan a mirarme raro y se colocan detrás de mí.
“Nos estás asustando, Eric”, dice Diana.
Sin más, un muro de la cantina es destrozado y alguien sale volando, cayendo a media calle. Los chicos y yo nos arrojamos al suelo velozmente. “¿Qué mierda pasó?”.
El sujeto queda tendido en la calle, no se mueve, él simplemente está allí inerte. Con miedo en mi cuerpo me arrastro velozmente hasta él y observo su cuerpo. Su cuello está hecho trizas, tiene una fisura en el cráneo y sus brazos y piernas parecen demolidos, además, detecto un fuerte aroma a azufre y carne quemada.
No cabe duda, el que hizo esto es un mutante.
Me levanto del suelo y retrocedo con mis amigos. “Eric, debemos irnos”, dice Emily.
“No, este sujeto seguramente era un humano y ha muerto. Diana, llama al instituto e informa lo ocurrido”, respondo.
Diana rápidamente saca su teléfono para llamar al instituto. Pero justo en ese momento, un grupo de personas sale de la cantina. “Ay no, lo mataste”, dice una chica con un tono de voz dulce.
“Ya qué, se lo buscó”, responde un sujeto con voz imponente.
Solo puedo ver la silueta de todos, no alcanzo a ver más de ellos.
“¿Eh? Miren, hay un grupo de chicos allí. No puede ser… vieron todo” otro sujeto se une a la conversación.
Aquel sujeto de voz imponente sale de las sombras y veo su rostro. Un hombre calvo de piel morena, musculoso, lleva una chaqueta de cuero color negro y un pantalón de mezclilla. Los demás se le unen y ahora puedo ver a todos. La chica es de piel clara, un cuerpo delgado y muy atractivo, cabello rubio. Lleva una blusa escotada y un pantalón de mezclilla ajustado.
“Escuchen, cometieron un crimen. Deben pagar por ello”, digo.
Todos mis amigos salen de mis espaldas y se preparan para un combate, ninguno está temeroso. Para este momento incluso he perdido los efectos del alcohol por la impresión del momento.
“¿Eh? Por tu forma de hablar y el hecho de que no estén sorprendidos… significa que son mutantes”, dice el sujeto calvo.
“Sí, y no dejaremos que se vayan de aquí hasta que sean arrestados”, responde Diana.
“Jajajaja, pero no sean tan confiados. No podrían contra nosotros, no resistirían cinco minutos”, dice la chica.
Ella extiende sus manos hacia sus costados. Su cabello comienza a erizarse y mi cuerpo entero vibra. No cabe duda, ella es una elemental de tipo eléctrico como yo.
Los rayos brotan de sus manos brillando de un tono amarillo, el chillido es audible para nosotros y todos retrocedemos un poco.
“Ya llamamos al instituto, estamos a menos de un kilómetro, tengan por seguro de que ustedes terminarán en prisión”, dice Diana.
“¡Y ustedes fritos!”, exclama la chica arrojándonos una gran carga de electricidad, pero con un gran tiempo de reacción logro lanzar otra carga. Nuestros rayos chocan y se mezclan iluminando en un tono marrón amarillento. En ese momento, Eduardo genera un muro de roca de por medio. Eso me ayuda a detener por un momento su ataque.
“Esto se acaba aquí”, dice Rodrigo.
Él desaparece de nuestra vista con un estruendo al romper la barrera del sonido, así, se enfrenta a otro velocista. En ese momento, genero una centella y la libero, así, la controlo para que se dirija hacia ellos, aunque no tengo precisión de su posición debido al muro.
“Eric, sigue más a la izquierda, el pelón va a romper el muro. Yo seré tus ojos”, dice Diana.
Ella está leyendo la mente de ese grupo, su poder es fascinante. Sin más, el muro se rompe y el sujeto calvo me mira con una sonrisa maniaca.
“¡Se acabó, pequeños!”, exclama entre risas.
Sin embargo, mi centella lo toca y esto provoca una explosión eléctrica. Su cuerpo estalla en residuos por todos lados y el olor a azufre inunda nuestras narices. La chica me mira con un rostro lleno de miedo. “¿Qué? ¿Cómo hiciste eso?”.
“Veo que no lo notaste, pero mi electricidad es púrpura, la más poderosa de todas. Ahora, esto se acaba aquí”, respondo.
Sandra cae de rodillas junto a Karla mientras gritan de dolor. “¿Qué ocurre?”.
Diana me mira y corre hacia mí colocando su mano en mi cabeza. “Hay una telépata, está induciendo dolor en sus mentes, yo te ayudaré. ¡Emily, ven aquí!”.
Emily corre hacia nosotros y de repente lleva sus manos a su cabeza mientras jadea. “¡Ugh! ¡Me duele!”.
“¡Mierda, la atrapó!”, exclamo.
Diana me suelta por un momento y tira de la pierna de Emily para derribarla en el suelo, luego, la arrastramos y así puede tomarla de la cabeza de igual forma. “Esto te protegerá por unos minutos”.
Mi mirada se posa en Eduardo quien está luchando contra un elemental de agua, sus muros no le ayudan de mucho, el otro sujeto tiene mucha fuerza y rango con su control hídrico. Sandra comienza a vomitar, realmente está sufriendo.
“¡Debemos hacer algo más!”.
“Yo me encargo, ya fue suficiente”, dice Emily.
Ella junta sus manos y el tiempo se detiene para todos. Me levanto del suelo y ayudo a Emily. “¿Terminamos esto ya?”, pregunto.
“Sí”, responde.
Sin más, reúno una gran cantidad de electricidad en mis manos y lanzo rayos contra todos ellos, ni uno solo saldrá ileso de esto. Cuando mis rayos tocan por completo sus cuerpos, Emily deja que el tiempo fluya de nuevo.
Así, todos son arrojados por la intensidad de la electricidad y caen al suelo inconscientes. Eduardo por fin destruye sus muros y cae al suelo con algunas heridas en sus brazos. Rodrigo regresa con nosotros mientras su nariz chorrea sangre a montones.
“¿Estás bien?”, pregunto.
“Sí, estoy bien. Solo necesito que Sandra me cure”, responde.
Diana se levanta del suelo y nos mira algo desconcertada, “hubieran detenido el tiempo desde el inicio”.
“Lo siento, no creí que escalara a tanto”, responde Emily.
Diana sonríe y de pronto, su nariz comienza a sangrar.
“Ay, por Dios. Sandra, Sandra, cura a Diana” Emily se asusta y mira a todos lados con miedo.
“Espera… un momento… mi mente quedó hecha un desastre”.
Diana limpia su nariz con su blusa para detener el sangrado. Rodrigo aparece y le entrega un pañuelo blanco. Ella queda asombrada por el gesto, “pero es blanco, voy a mancharlo”.
“Es solo un puto pañuelo, úsalo y limpia tu nariz, no olvides colocarlo como tapón”, dice Rodrigo.
Diana asiente y toma el pañuelo, así, limpia la sangre que brota de su nariz.
Rodrigo se sienta en el suelo mientras respira ásperamente, todos sufrimos un encuentro brutal. Tal vez sea por mi entrenamiento, pero realmente no me cansé tanto, Diana incluso ha sufrido una carga mental increíble. Aunque no diga nada, sé que hizo demasiado y por ello su nariz ha sangrado.
Cuando Sandra se recupera cura a Eduardo, a Rodrigo y a Diana. Mientras tanto, justo en ese momento, un sujeto extraño aparece de la nada y mira a su alrededor, su mirada se clava en nosotros y se acerca hacia nuestra posición.
“¡No avances más!”, exclamo.
“Lo siento, veo cuerpos en el suelo. Veo que son rebeldes, ¿quiénes lo hicieron? ¿Ustedes?”, pregunta.
“Sí, fuimos nosotros”, respondo.
“Es increíble, veo que son muy fuertes. Bien hecho”.
El sujeto sale de las sombras y nos deja ver su rostro, lleva una sudadera gris, un pantalón negro y tenis. Cabello marrón y ojos negros. “Estos sujetos son rebeldes, de hecho, llevaban años siendo buscados por crímenes de odio contra la humanidad. Hicieron un buen trabajo”.
“¿Por qué tardaron tanto? ¡Pudimos haber muerto!”, exclama Sandra.
“Lo siento, cuando ustedes hacen el llamado al instituto primero se levanta el reporte, luego, se sondea con el sistema el uso de poderes y luego el algoritmo realiza el llamado de mutantes. En este caso, mi equipo fue seleccionado”.
“Pero solo eres tú”, dice Diana.
“Es que soy velocista, y llegué primero”.
Repentinamente, un auto llega a gran velocidad y frena de golpe consiguiendo derrapar unos metros. Rápidamente bajan de estas cuatro personas más, dos chicas y dos chicos.
Todos con ropa casual.
Una de ellas lleva una banda en el brazo izquierdo con un símbolo que no logro distinguir. Lleva una blusa de mangas cortas, pantalón ajustado y tenis. Su piel es morena y su cabello corto de color negro y ojos marrones. La otra tiene piel clara, cabello ondulado y teñido de púrpura, ojos miel y vista una blusa manga larga y un short corto ajustado con tenis.
Uno de los chicos lleva una camisa roja y un pantalón gris, su piel es morena, cabello largo y negro, ojos marrones y tenis. Y el último chico lleva una camisa azul, un pantalón azul, tenis, su piel es ligeramente clara, ojos miel, y su cabello corto de color negro.
“Veo que todo está… bajo control”, dice una de ellas.
“Así es, los chicos detuvieron a los criminales”, dice el velocista.
“Bueno, chicos. Bien hecho”, dice la chica de la banda en el brazo. “Son buenos, en un futuro formarán un gran equipo”.
“Sí…”, digo.
“Me llamo Anayansi, es un placer. Soy una mutante clase SR de tipo elemental. Soy la líder de mi equipo. Espero que todos sean conscientes de lo importante que es saber usar sus poderes. Vayan a casa, nosotros nos haremos cargo del resto”.
Uno de los chicos abre la cajuela y baja una maleta negra, luego la abre y toma un kit de accesorios como pequeñas brochas y palas.
“Debemos irnos, chicos”, dice Diana.
“Sí, tienes razón”, digo.
Sin más, seguimos con nuestro camino, el silencio nos invade, nadie sabe qué mas decir. Solo puedo pensar en lo ocurrido.
"Esos chicos han hecho algo increíble... esos criminales eran realmente poderosos", dice la líder.
"Sí, afortunadamente no todos están muertos. La chica rubia, Damaris Pérez, alias Sparkle, sigue con vida. Ya tenemos un paso más rumbo al Asesino de un Ojo", responde el velocista.
Mientras nos dirijimos al instituo, Emily sujeta mi mano derecha y caminamos juntos, sin embargo, la suelto y miro mis manos.
He vuelto a matar a otra persona… y esta vez no sentí miedo o remordimiento… estoy dejando de ser yo…
Emily me mira preocupada y me toma del brazo recargando su cabeza en mi hombro, “no te preocupes, Eric. Todo está bien, fue necesario… no necesito que me lo digas, pero sé qué estás pensando ahora. Te amo, estoy contigo”.
Ella hace que me relaje un poco, pero realmente me da miedo dejar de ser quien soy. ¿Tan fácil es matar a alguien? Siempre lo creí como algún tabú, pero ahora lo veo tan sencillo. Sin embargo, eso no significa que sea bueno.
Tal vez únicamente me estoy volviendo alguien que puede tomar decisiones radicales con la cabeza fría. Si es así entonces no hay ningún problema. Pero desearía no tener que matar a nadie más en el mundo.