La noche avanzó en su usual tensión, con el silencio roto solo por los crujidos y el viento. Nikolai y Elena se mantenían en vigilia, sentados en el sótano con Dimitri acurrucado entre ellos. La radio seguía transmitiendo las advertencias, pero el sonido de la noche era casi una tortura, llenando el aire con una sensación de opresión.
De repente, una voz femenina rompió la calma. Un grito desesperado que atravesó el silencio, llenando el sótano con un terror palpable:
"¡Ayuda! ¡Me persigue!" La voz parecía provenir de una chica de no más de veinte años. Sus gritos eran agudos, llenos de pánico y desesperación. "¡Déjame entrar, por favor!"
Nikolai se congeló en su lugar, sus manos temblando mientras escuchaba los gritos desgarradores. Sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar en la posibilidad de que fuera una persona real, alguien que necesitaba ayuda y que, quizás, estaba siendo perseguida por Saurus. La idea de que alguien estaba sufriendo fuera, mientras ellos permanecían a salvo en su refugio, lo atormentaba.
Elena, al escuchar los gritos, abrazó a Dimitri más fuerte, su rostro pálido. "¿Qué hacemos?" preguntó, su voz rota por la angustia.
Nikolai se levantó y, con lágrimas en los ojos, se acercó a la radio para asegurarse de que el sonido no fuera una de las trampas de Saurus. La voz de la chica seguía pidiendo ayuda, pero el pánico en sus gritos se hacía cada vez más intenso. Luego, de repente, el sonido se cortó abruptamente, dejando un silencio inquietante en el aire.
Elena y Nikolai se miraron con temor. El silencio que siguió era tan opresivo que parecía estar cargado de una ansiedad palpable. ¿Era posible que el grito hubiera sido un engaño? ¿O realmente era alguien en peligro, cuyo destino era ahora incierto?
La noche pasó lenta y tortuosamente, con la familia Zorin sin poder dormir. El miedo de que Saurus pudiera usar cualquier táctica para engañarlos o atraparlos estaba constantemente presente en sus mentes. Cada sonido fuera de su refugio parecía intensificarse en su imaginación, convirtiéndose en un eco de las voces y rugidos que habían escuchado.
Amaneció, y con la primera luz del día, la tensión no se disipó del todo. Nikolai y Elena se levantaron cansados y angustiados. La radio estaba en silencio, como si el mundo exterior también estuviera esperando la resolución de lo que había ocurrido durante la noche.
Nikolai decidió salir y revisar los alrededores. Sabía que era peligroso, pero el grito de la chica le pesaba en el corazón. Si había alguna posibilidad de ayudar o entender lo que había pasado, sentía que debía intentarlo. Armado con una linterna y una radio de emergencia, se dirigió hacia el exterior, seguido de cerca por Elena, quien no quería dejarlo solo.
Al salir, el aire estaba fresco y el paisaje parecía casi tranquilo en comparación con la desesperación de la noche anterior. La puerta principal estaba intacta, el cemento aún sólido y sin señales de que Saurus hubiera intentado entrar. Nikolai inspeccionó el área alrededor de la casa, buscando cualquier señal de la presencia de la chica o de la criatura.
Mientras examinaba, se dio cuenta de que no había rastros de la chica ni de Saurus. El grito había desaparecido como si nunca hubiera existido. La calle y los alrededores estaban vacíos, con solo el viento moviendo las hojas secas.
De vuelta en la casa, Elena y Dimitri lo esperaban con una ansiedad palpable. Nikolai les informó que no había encontrado nada, pero que la sensación de inquietud seguía presente.
Días pasaron, y el ciclo de advertencias y silencios continuó. La familia se mantenía aislada, siguiendo las instrucciones de la radio y reforzando su seguridad. Cada noche, el recuerdo del grito y la desesperación de la voz femenina seguían atormentando a Nikolai. La sensación de que algo terrible había sucedido, pero que nunca se conocería toda la verdad, se mantenía en el aire.
La familia Zorin había aprendido a vivir en un estado de alerta constante, a no abrir la puerta bajo ninguna circunstancia, y a seguir luchando por su supervivencia en un mundo que parecía haberse vuelto contra ellos. Cada amanecer traía un nuevo desafío, pero la esperanza de que la situación alguna vez mejoraría era lo único que los mantenía en pie.
El grito de la chica, aunque no se resolvió, se convirtió en una advertencia constante, una sombra que siempre estaría presente mientras Saurus continuara acechando. La lucha por mantener a salvo a su familia se había convertido en una batalla diaria, y Nikolai se aferraba a la esperanza de que algún día podrían volver a una vida normal, libre de terror y desesperación.