Con la gasolina proporcionada por Simón, las Fuerzas Especiales cruzaron con éxito las líneas del frente y alcanzaron el otro lado del campo de batalla.
Las ruinas resonaban con la misma devastación del territorio de Simón, quemado y roto por la guerra.
Sin embargo, esta área, más alejada del conflicto, estaba en la retaguardia, una zona relativamente más segura, distante de donde ellos tenían poder.
Aquí, la gente de Ixta continuaba con su vida diaria, comprando, caminando por las calles, conversando como de costumbre.
Cuando veían la bandera nacional de Valmani en los vehículos que llevaban a Kendall y a los demás, se detenían para saludar o expresar una sincera gratitud.
Este ambiente pacífico hizo que las Fuerzas Especiales exhalaran aliviadas.
También profundizó su esperanza de que este lado resultase victorioso.
Porque, de no ser así, la gente de Ixta enfrentaría un infierno viviente.