—Qué absurdo.
Nunca en mi imaginación más salvaje me había imaginado a un hada comiendo un caramelo, y mucho menos a todo un grupo. La pradera estaba llena de explosiones elementales giratorias, que en lugar de chocar, se enredaban unas con otras. Aún caóticas, pero también divertidas, como fuegos artificiales.
Junto con estas explosiones elementales se escuchaba un zumbido como si todo tipo de insectos gritaran y se rieran al mismo tiempo. Comían los caramelos en silencio, permaneciendo inmóviles en el aire, pero después... cuando el azúcar se digería completamente en su sistema, inmediatamente se lanzaban alrededor como globos perdiendo gas.
—Supongo que nadie les había dado caramelos antes —susurré.
—No que yo recuerde —Amarein, que se había movido del puente, tenía la comisura de sus labios retorcida divertidamente—. Realmente fascinante.
—¿Crees que aceptarán?
—Siempre y cuando les des caramelo, ¿tal vez?