Lo que un expatriado necesita es una familia amorosa en casa

Con un movimiento rápido, Izzi arrancó la carta de mi mano. Fue tan de repente que Zia y yo terminamos mirándolo sorprendidos.

—Yo... lo siento, es solo... reflejo... —Izzi apretó los labios y pude ver sus manos temblando de verdad.

—Está bien —exhalé lento y sonreí—. Puedes leerla en privado si quieres.

—Yo... —él me miró a mí y a Zia, parecía luchar con su decisión. Quizás temía que lo tomáramos a mal si se alejaba.

—En serio, está bien —lo convencí y Zia se encogió de hombros en señal de apoyo.

—Yo... —tragó—. ¡D-dame un minuto!

Casi gritó las últimas palabras mientras corría de vuelta a su laboratorio, ni siquiera a su habitación. Cruzamos miradas con Zia y la misma sonrisa irónica apareció en nuestros labios. Bueno... no era difícil entender sus sentimientos y preocupaciones, y estábamos seguros de que sería mucho más de un minuto. Luego nos movimos al sofá; Zia jugaba con la confundida Jade mientras yo sacaba el otro sobre, más lujoso.