—¿Estarás bien? —preguntó Natha, preocupada, mientras caminábamos hacia el Gran Árbol.
—Está bien —levanté mi pulgar en lo que esperaba fuera una pose tranquilizadora—. Estoy baja de mana, pero no tan baja como para no poder hacer nada. Además, si acaso, entrar al espacio de la Madre me energizará.
Sería diferente si la Madre viniera a mi espacio del alma, lo cual consumiría mi energía. Pero, como la última vez, usaríamos la energía del Árbol como una puerta proxy, así que en lugar de usar mi energía, recibiría algo al pasar tiempo en la morada de la Madre.
—¿Quizás es Su forma de darme algo de sanación? —sonreí, tratando de tranquilizar aún más a mi marido preocupado.
—¡Sí, Natha! —jadeó Jade, quien estaba agarrando a Shwa y sostenida por Natha, mientras acariciaba la mejilla de la Pesadilla—. ¡La Madre es buena! ¡Confía en Jade!