Natha dijo que estaba bien, pero aún me sentía culpable por todo el llanto y los cambios de humor, especialmente con los criados.
No era todos los días, pero tampoco podían llamar a Natha cada vez que tenía esos cambios de humor para calmarme. Cuando Natha no estaba disponible, tenían que enfrentarse a mis fluctuaciones de ánimo y demandas irrazonables por sí mismos, porque yo nunca me calmaba hasta que cumplían con esas demandas o Natha venía a recogerme en sus brazos y consolarme.
Cuando estaba en ese estado, ni siquiera los vasallos ni mis hijos podían hacer nada.
Por eso me sentía tan mal por los criados, especialmente por Mara y Panne, quienes estaban en la primera línea de mi ataque hormonal.
—Lo siento... —sollozaba mientras me metía en la boca una baya de invierno agria que acababa de exigir. Mis ojos estaban hinchados de tanto llorar mientras esperaba que todo el personal del departamento de logística buscara la baya fuera de temporada.