—¿Dónde está esto?
Valen parpadeó aturdido, mirando alrededor.
—¿El bosque? —Frunció el ceño cuando reconoció los árboles y el flujo de maná—. Pero ¿por qué no lo reconoció de inmediato?
Valen miró hacia arriba, y lo que vio fue… oscuridad.
—¿Dónde estaba la luna? ¿Las estrellas? ¿Dónde estaba el maldito cielo?
La cima del bosque estaba completamente oscura, como si estuviera envuelta en un inmenso velo negro. Por eso Valen no podía reconocer dónde estaba. El bosque junto al lago, incluso de noche, no era oscuro. La luz de la luna se filtraba entre el follaje delgado, los hongos luminosos trepaban los árboles, y las plantas únicas del reino de la naturaleza brillaban como velas esparcidas.
Pero esta vez, ni siquiera esos pequeños hongos y flores brillaban, como si las luces fueran absorbidas por algo. Era como el miedo de una Pesadilla, que inducía frío incluso en medio del volcán de una Salamandra.