Desde las mamparas, unos botines de cuero de tacón bajo salieron, seguidos por piernas vestidas con pantalones negros cuyo dobladillo estaba metido en las mencionadas botas, exudando firmeza y determinación en cada paso que daba.
Una capa carmesí ondeaba detrás de él, abrochada solo en un hombro. Su cabello rubio ya no estaba y en su lugar había un pelo plateado, lustroso y largo que le caía hasta la cintura como una cascada de luz de luna. Una espada de utilería estaba ceñida alrededor de su cintura delgada y poderosa, pero en él, de alguna manera parecía una espada real...
Todos parecían contener la respiración mientras el hombre finalmente salía de las mamparas para dirigirse a la multitud, sus lenguas trabadas y los corazones latiendo salvajemente ante la absoluta belleza y el peligro mortal mezclados en uno.