La cuerda del destino

—Mi querida y encantadora princesa —elogió Wei Yan a Luo Huian en cuanto ella entró al estudio donde él la había llamado.

Sus viejos ojos grises la miraban de la misma manera en que una bestia miraría a su presa. No había ni la más mínima diferencia entre los dos.

Luo Huian se sentía disgustada por cómo Wei Yan la miraba, pero no podía golpearle en la cara ya que necesitaba pedirle tiempo para que Kang Jing y Bai Shiliu buscaran ese álbum.

Así que, aunque tenía la garganta sacudida por siete capas de náuseas, aún sonrió al mer y lo saludó —Maestro Wei.

—Oh, no hay necesidad de que seas tan cortés conmigo —le dijo él a Luo Huian mientras se levantaba de la silla en la que estaba sentado y caminaba alrededor de ella.

Cada paso suyo hacía que le aparecieran escalofríos a Luo Huian en la piel, pero estos florecieron en toda su gloria cuando el mer se paró al lado de ella y entonces