—Supongo que nadie más vio eso venir, ¿verdad? —preguntó una voz femenina melódica. El sonido parecía acariciar cada uno de los nervios de Vraev'ox.
—No puedo decir que lo hiciera —murmuró la voz que Vraev'ox reconoció como la del Anciano—. Pero es justo como el destino agregarlo a nuestro grupo. Especialmente después de que acordamos que sería mejor si no lo estuviera.
—Tal vez nos equivocamos —dijo la mujer. El tono casi esperanzado hizo que el hombre quisiera sonreír y acceder a darle cualquier cosa—. Tal vez tuvieron tal reacción severa porque son alérgicos a mí.
—Lamento decirte esto, Polvo de Estrellas, pero definitivamente no son alérgicos a ti —se rió la voz grave que debía pertenecer al Njeriuujk.
—Podrían serlo —respondió ella obstinadamente. Vraev'ox deseaba desesperadamente abrir los ojos para ver la expresión en su rostro, pero encontró su cuerpo irresponsive—. Ninguno de ustedes tres fue así.