—El decreto de la princesa heredera no puede ser ignorado —escupió ella—. Tu nieta política no lleva el nombre Jun, es una Chi. Debe arrodillarse.
La vieja señora permaneció completamente impasible. —¿Es esa tu misión hoy, ver a mi nieta política de rodillas frente a una sirvienta de baja estofa como tú? Parece que alguien debería ponerte en tu lugar.
—Abuela, puedo lidiar con ella —Chi Lian dio un paso adelante—. Si el enemigo se había enviado a sí mismo a su puerta entonces ¿quién era ella para no degollarla? Ella juró nunca arrodillarse o inclinarse ante la princesa heredera. También se prometió a sí misma enseñarle una lección que nunca olvidaría.
—Entra a la casa, Chi-Chi —la vieja señora le ordenó severamente.
Chi Lian estaba muy reacia a hacerlo. —Abuela...
—Ahora —la vieja señora, por primera vez desde que conoció a Chi Lian, alzó la voz hacia ella.