—Quítate la bata y siéntate aquí —sin dudar, Amy obedeció.
—Siéntate en el borde —indicó él al verla acercarse a la camilla de masajes.
—Espera un momento, ¿me explicas por qué prefieres que me siente en el borde en lugar de en el medio? —preguntó Amy, curiosa y juguetona.
La sonrisa de Henry se ensanchó mientras sacaba algo de su bolsillo. —Vamos a usar algunos objetos del regalo de Mary, el columpio —dijo él con picardía.
Amy observó en silencio mientras Henry desenredaba las cuerdas y las envolturas para muñecas del columpio. Permaneció sentada en el borde de la camilla de masajes, desnuda, mientras Henry se posicionaba detrás de ella y rápidamente tiraba de sus brazos, causando que se inclinara hacia atrás con fuerza.
—Pero qué... ¡Oye, por favor sé más suave! —protestó Amy, expresando su incomodidad.
Henry rió como respuesta y se inclinó hacia adelante para susurrar en el oído de Amy: