Pero en lugar de parecer molesto, Qin Feng se rió suavemente.
—Realmente eres algo más, Jiyai —dijo, su voz cálida y llena de admiración—. Aquí estoy, dándote una base como regalo, y tu primer pensamiento es sobre ayudar a los demás, sobre expandir el alcance del Jefe Su.
Él sacudió la cabeza, sonriendo con cariño. —Siempre tienes una visión más amplia en mente, ¿verdad?
Su Jiyai se mordió el labio, sintiéndose un poco culpable.
—No quise sonar desagradecida. Es solo que... esto es una gran responsabilidad, y no quiero desperdiciar tal oportunidad.
Qin Feng colocó una mano suave en su hombro, sus ojos suavizándose.
—Lo sé. Y por eso no me importa, Jiyai. Si piensas que reclutarlos para que se unan a la base del Jefe Su sería lo mejor, hazlo. No tienes que preocuparte por herir mis sentimientos.
Su Jiyai lo miró, su corazón hinchándose de gratitud. —¿Realmente estás de acuerdo con eso?