Ella perdió el control.
Un dolor agudo recorrió su columna vertebral, y al siguiente segundo, ya no estaba de pie sobre dos piernas.
Tenía cuatro. Su visión se agudizó, los colores se volvieron más vívidos, su oído captaba incluso los sonidos más pequeños.
Se había transformado en su forma de lobo.
El pequeño cachorro jadeó:
—¿D-Diosa Lobo?
La respiración de Su Jiyai salía en jadeos rápidos. Sus patas se hundieron en el suelo, su cola se movía detrás de ella. Se sentía más fuerte, más rápida, más... viva.
Entonces, otro sentimiento la golpeó.
Un tirón. Una hambre profunda y desesperada en su interior.
Sus cristales de sangre. Si los absorbía ahí... se volvería más fuerte.
Sus patas temblaron. Quería sacarlos. Usarlos. Pero antes de que pudiera, ocurrió algo aún más loco.
Una poderosa energía recorrió su cuerpo, estallando como una tormenta furiosa. El aire a su alrededor chisporroteaba. El suelo temblaba bajo sus patas.
Entonces