Leticia cuidadosamente le entregó a Su Jiyai la taza de té.
El aroma de las hierbas calmantes flotaba a su alrededor—suave, cálido, un poco dulce.
Su Jiyai tomó un sorbo y dejó escapar un suspiro silencioso.
—Mm. Esto es agradable —dijo—. Eres buena en esto.
Leticia sonrió tímidamente y se sentó junto a ella, con las rodillas dobladas debajo de ella.
Su Jiyai la miró por un momento.
Luego metió la mano en su bolsillo y sacó el collar—el que tenía la pequeña granja luminosa dentro de la cuenta de vidrio.
La luz suave brillaba en la oscuridad.
—Tengo algo para ti —dijo Su Jiyai con una sonrisa.
Leticia parpadeó.
—¿Para mí?
Su Jiyai asintió y le entregó el collar.
—Un regalo.
Leticia sostuvo el collar en sus palmas como si fuera lo más valioso del mundo. Sus dedos rozaron suavemente la pequeña casa dentro de la cuenta.
Sus ojos brillaron, reflejando el suave resplandor.