—Piedra Divina... —murmuró Su Han para sí mismo.
Recordó la piedra de cristal dorada que Wang Mu había sacado y tragado antes, esas piedras también reposaban dentro de su Anillo del Espacio.
Las había comprado en el Pabellón de Tesoros Innumerables, que afirmaba que podían resistir un golpe mortal sin sufrir ningún daño.
Pero Su Han siempre había sido escéptico, estos objetos eran hechos por el hombre, no formados naturalmente. Dado que fueron creados por humanos, seguramente tenían un límite; era imposible que pudieran resistir un ataque del Reino Soberano contra Wang Mu.
Sin embargo, en este momento, Su Han había sido testigo del formidable poder de esta llamada Piedra Divina.
El golpe que acababa de asestar habría matado a alguien en el Pico del Reino del Dios Dragón al instante, pero Wang Mu permaneció ileso.
—No es de extrañar que la Familia Wang, un clan prestigioso, sea verdaderamente rica —dijo Su Han entre risas leves.