La dispersión de las doscientas capas del Caldero del Espíritu de Madera fue solo el comienzo. Su Han vio claramente que, aunque el trueno púrpura-rojo era impactante, parecía como si una mano gigantesca y fantasmal emergiera dentro de él. Esta mano era algo indistinta, visible a primera vista pero desapareciendo a la segunda.
—¿Hmm?
Su Han frunció el ceño y, tras reflexionar un momento, se mofó:
—¡Trucos y engaños!