—Al oír esto, las manos de Chu Jin que mezclaban las cartas se detuvieron, y luego, con un hermoso giro, reunió todas las Cartas del Tarot que flotaban sobre la mesa en su palma, ágil en su movimiento, completando la acción de un solo golpe.
Song Shiqin observó sus movimientos hábiles, una traza de peculiaridad brillando en las profundidades de sus oscuros pupilas.
—Chu Jin colocó con calma las Cartas del Tarot de su mano cuidadosamente sobre la mesa. Sus manos estaban limpias, sus dedos largos y esbeltos, tan delicados como cebollas tiernas, con articulaciones bien definidas. Contra las cartas azules, el contraste era particularmente atractivo a la vista.
—Probablemente eran las manos más bellas y suaves que Song Shiqin jamás había visto. Anteriormente, en el campamento militar, estaba rodeado de hombres rudos cuyas manos estaban ásperas después de años de manejar armas.