—Hehe… —Lin Xiaoman soltó una burla fría, su voz escalofriante, como un fantasma vagando en la naturaleza—. Qué frase sobre no poder educar a tu hija. ¿Una simple acusación de no haber educado a tu hija puede limpiar todos sus pecados? ¿Merezco morir una muerte miserable? ¡Hoy, Wen Ziyao debe pagar con su vida!
En este momento, Lin Xiaoman había perdido completamente el control. El odio había llenado todo su corazón, y había olvidado que existía calidez en el mundo entre los humanos.
Solo quería que Wen Ziyao pagara el precio que merecía.
Mientras tanto, Shen Suhua deseaba desesperadamente que su hija viviera bien, por lo que en este momento, solo podía suplicar amargamente.
—No, no, no, todo es mi culpa, estoy dispuesta a dar mi vida por la de ella. Pequeña, sé que tienes odio en tu corazón, si quieres matar o cortar, desahógalo conmigo, no lastimes a Yaoyao —rogó.
Una madre, sin importar en lo que su hija se convierta, todavía la ve como su única hija.