El de su sueño.

Cuando llegaron al castillo, Aldric cerró los ojos y tomó una respiración profunda, sintiendo el reconfortante abrazo del hogar. Esbozó una sonrisa al ver a la mujer dormida sobre su regazo. Ver a Islinda confiar en él hasta para el simple acto de dormir le traía una sensación de calidez al corazón.

Mientras Maxi e Isaac salían del carruaje, Aldric cuidadosamente cargó a Islinda y también bajó.

—Vosotros dos adelante, yo la acostaré y luego podremos hablar —les dijo a Isaac, insinuando la conversación que necesitaban tener sobre su distanciamiento de semanas atrás.

—Como ordene, mi príncipe —respondió Isaac.

—Hmmm, nos vemos entonces —dijo Aldric, y partió con Islinda.

Era peculiar, pero por primera vez, Aldric notó cambios sutiles en su palacio. Se veía más limpio de lo habitual, las flores eran más frescas y el aire llevaba una dulce fragancia. Los sirvientes debieron haber sentido su regreso y se esforzaron por hacer su hogar más acogedor.