Él la rompió

Islinda se sentía cobarde por dejar atrás a Aurelia, pero el Fae le había dicho que corriera, y eso fue lo que hizo. Aurelia decidió su destino en el momento en que tomó su mano y la guió por ese pasadizo secreto. Siempre existía la posibilidad de que esto ocurriera. Y ocurrió. Sin embargo, eso no eliminaba la culpa que roía el pecho de Islinda. No obstante, juró asegurarse de que el sacrificio de Aurelia valiera la pena. Tenía que salir de allí.

Al aproximarse Islinda, la puerta se cernía más cerca, y por algún golpe de suerte, ahora estaba desprotegida y ligeramente abierta. A pesar de un persistente sentimiento de duda, estaba decidida a escapar del alcance de Aldric. Ignorando las advertencias internas de que esto era demasiado bueno para ser verdad, la esperanza brotaba dentro de ella, lágrimas brillando en sus ojos al extender su mano hacia la puerta, a solo pulgadas de distancia.