Corre, Islinda, corre.

Islinda presintió el momento de su muerte, pero retrasar deliberadamente su resurrección resultó ser la tarea más desafiante. Tenía que ser preciso, porque tenía un plan. Islinda sabía que Aldric volvería a comprobar su obra y funcionó.

Islinda experimentó una sensación indescriptible en el momento en que Aldric entró a su habitación. Se sentía como si estuviera observándolo desde una perspectiva ajena a su cuerpo. Aunque era consciente de su presencia, trascendía la mera vista, existiendo como un sentimiento profundo. Cuando él tocó su mejilla, la tentación de regresar casi la abrumó, pero se aferró al momento, sabiendo que solo un poco más de paciencia era necesaria para que su plan se desarrollara.