—¿Qué? —Islinda lo miró parpadeando, sorprendida—. No había anticipado tener que explicarle a Valerie por qué había estado corriendo frenéticamente por la noche como si el diablo mismo la persiguiera.
—Se apartó un rizo de la cara y respondió tímidamente—. No es nada.
—La mandíbula de Valerie se cerró inmediatamente. Él habló severamente:
— No me digas que no es nada. Puede que seas humana y que mentir te salga naturalmente, pero como un Fae, tengo habilidad para detectar eso.
—Un ceño irritado surcó el rostro de Islinda. Primero, no era asunto de él, incluso si él lo decía con buena intención. Segundo, revelar la verdad podría solo profundizar su animosidad hacia su hermano, Aldric. Tercero, no podía dejarle saber que había muerto y sido resucitada.
—Ella rogó:
— ¿Puedes dejarlo?
—Pero en lugar de acceder, un gruñido feral retumbó desde Valerie, indicando su negativa.