—Islinda abrió los ojos alarmada —dándose cuenta de la situación mientras intentaba desesperadamente liberarse del beso. A pesar de su súplica silenciosa para que él se detuviera, Aldric o malinterpretó la señal o simplemente se negó a atenderla. En pánico, golpeó con su puño el pecho de él, esperando transmitir su urgencia.
En vez de ceder, Aldric gruñó en respuesta, su mano apretando la suave curva de su pecho. Un grito ahogado escapó de los labios de Islinda cuando sintió una oleada de placer recorrer su cuerpo, su resistencia debilitándose e involuntariamente arqueándose hacia él.
Ella era incapaz de resistir su toque, el deseo abrumador amenazaba con consumirla por completo. Los dioses la ayuden. Pero mientras el toque de Aldric enviaba olas de placer por sus venas, Islinda no podía evitar preguntarse si realmente quería la ayuda de los dioses.