Aldric levantó la cabeza, sus oscuros ojos brillando con un destello depredador mientras le advertía a Islinda—Controla tus gritos, querida, o esto podría terminar antes de que siquiera comience —le recordó con una sonrisa astuta en sus labios. Sabía que la había atrapado en su red con solo un sabor, y ahora ella no tenía escapatoria.
Con un movimiento rápido, Islinda levantó una palma temblorosa a su boca justo cuando la lengua de Aldric recorría sus pliegues, enviando un escalofrío de placer eléctrico por sus venas. Mordió su palma, ahogando los gemidos de placer que amenazaban con escapar de sus labios, su otra mano enredándose en el cabello de Aldric.