Valerie se encontraba frente al espejo, su mirada fija en la herida que cicatrizaba lentamente y deslucía su apariencia. Con un paño empapado en agua, intentó limpiar la sangre seca que se había coagulado en su rostro. A pesar de que su expresión se mantuvo estoica, su reflejo desmentía la tormenta interna que rugía en su interior.
Detrás de la fachada de la calma, el corazón de Valerie se agitaba con un torbellino de emociones. La culpa le roía por sus acciones, el arrepentimiento pesaba en su conciencia y, debajo de todo, persistía un miedo arraigado, temiendo las repercusiones de su comportamiento. No había tenido la intención de
La atención de Valerie se tensó hacia la puerta cuando se abrió abruptamente, haciéndole sobresaltar ante la irrupción inesperada. Sus ojos se estrecharon en una irritación leve mientras se giraba para enfrentarse a la fuente de la perturbación.