El que interrumpió su beso

—A diferencia de Islinda, que se acobardaba por el miedo y estaba ansiosa por enfrentarse al ejército del Rey, Aldric no tenía ningún interés en terminar el beso —emitió un gruñido bajo contra sus labios, su deseo ardiendo más intenso que nunca mientras agarraba su rostro y continuaba besándola—. En ese momento, nada más le importaba que el sabor de sus labios y la sensación de tenerla entre sus brazos —que los demás se fueran al infierno por lo que a él le importaba.

—Aldric había imaginado más de mil veces en su prisión cómo se enfrentaría a Islinda, pero nada de lo que había imaginado se acercaba a esto —Islinda lo besó —no, su compañera lo besó y admitió que también lo había extrañado—. Esa confesión fue el mejor regalo que Islinda pudo haberle dado, y Aldric estaba claramente extasiado —su corazón se elevaba de alegría y no podía evitar seguir besando sus deliciosos labios para mostrarle a Islinda cuánto la am... quería.