Su Plan Desde el Comienzo

Las profundas paredes de la sala de hielo se separaron con un fuerte y quejumbroso ruido mientras el Rey Oberón avanzaba hacia su interior. Esculpida en lo más profundo del corazón de su palacio, la sala se erguía como una fortaleza congelada, sus muros adornados con un resplandeciente brillo de cristales helados que centelleaban en la tenue luz.

Al entrar el Rey Oberón, fue inmediatamente envuelto por un frío cortante que parecía penetrar hasta la médula de sus huesos. El aire estaba cargado de escarcha, cada respiración se convertía en niebla al escapar de sus labios. Sin embargo, a pesar del frío penetrante, Oberón permanecía inafectado, su actitud tan gélida como la propia sala. Simplemente respiraba el aire frígido, su expresión impasible, como si inhalar agujas de hielo no representara ninguna molestia para él.