Por segunda vez, Islinda se encontró sin palabras. Miró ferozmente al Fae, tartamudeando sus palabras. —¡T—tu—tú no entiendes! Hay esto... Él tiene esta enemistad con su hermano. ¡Probablemente lo esté haciendo por despecho!
—Interesante —dijo el Fae, acariciándose la barbilla—. ¿Estuviste con su hermano?
—Es su prometido —gesticuló Islinda hacia Elena, que no estaba lejos, y luego añadió de inmediato:
— No que lo fuera en ese momento.
Por una vez, fue satisfactorio ver al Fae boquiabierto y no al revés.
—Ahora eso sí que es un desastre caliente considerando que ahora va tras tu prometido —dijo el Fae.
—Lo es —concordó Islinda hasta que se dio cuenta de lo que el Fae acababa de decir—. Protestó: No, él no es mi… —Suspiró, dándose cuenta de que el Fae aún jugaba con ella—. Ya basta —le dijo—. Ahora puedes ver razones por las cuales no puedo confiar en su bondad.
—Efectivamente. Estoy intentando entender por qué alguien se preocuparía por despecho.