—Sí, tómame bien, Islinda —Aldric comenzó a decir, solo para ser interrumpido por un golpe repentino en su cara de parte de Islinda.
Con los ojos muy abiertos e incrédulo, Aldric la miró fijamente. Aunque disfrutaba de un poco de dolor en su acto de amor, sintió que la intención detrás de la bofetada de Islinda no era intensificar la sensación. No, esto era una bofetada punitiva, e Islinda no era conocida por arrebatos violentos. Aldric le dirigió una mirada inquisitiva, incluso mientras saboreaba los movimientos de ella contra él, sintiendo una ola de puro placer inundarlo.
Islinda dejó escapar un gemido gutural. —Me llamarás tu ama —ordenó ella, con la espalda arqueándose mientras el relámpago subía por su columna vertebral.