—¿Tengo que alimentarte a la fuerza solo para evitar que mueras, por el amor de los Fae! —le gritó Aldric en la cara, dejando a Islinda completamente atónita.
Por un momento, Islinda parpadeó asombrada ante Aldric, su mente tratando de asimilar el hecho de que era a ella a quien le estaban gritando. Preguntas giraban en su mente. ¿Por qué le gritaba si ella no había hecho nada malo? No había tenido la intención de atragantarse con su comida, sobre todo considerando que había sido cosa de Elena, no suya.
Sin darse cuenta de la creciente ira de Islinda, Aldric continuó con su diatriba. —Te dejo apenas un día y estas son las noticias que recibo. ¿No puedes... —Luchó por encontrar la palabra adecuada antes de escupir finalmente—, dejar de ser débil por una vez! No puedo protegerte todo el tiempo. ¡Lo mínimo que puedes hacer es intentar no morirte atragantada con la cosa más simple como es la comida! ¡No eres una niña! —Dijo en un arranque, con el pecho agitado por el esfuerzo.