Después de haberse dado por vencida, Islinda estaba a punto de levantarse del regazo de Aldric cuando él la rodeó con su mano, manteniéndola en su lugar.
Su corazón dio un vuelco, un destello de esperanza se encendió dentro de ella.
Islinda recordó aquel momento en que Aldric inicialmente la ignoró, solo para después abrazarla por detrás porque no podía resistirse a estar cerca de ella. Le dio un atisbo de falsa esperanza, un pensamiento fugaz de que quizás las cosas no eran tan malas como parecían. Islinda se atrevió a creer que esto podría ser una repetición de aquel gesto tierno.
Pero cuando se encontró con la mirada de Aldric, todo lo que vio fue una mirada condescendiente. Su esperanza se desmoronó al instante, reemplazada por una sensación de desesperación vacía.
—¿Dónde crees que vas? —dijo Aldric.
—¿Qué? —Islinda ya no se sentía cómoda con sus manos sobre ella.