—¿Estás siquiera escuchando lo que estoy diciendo, princesa? —Eli llamó su atención.
—¿Qué? —Islinda respondió aturdida, mirando su rostro.
Eli frunció el ceño, pero pacientemente le dijo:
—Puede que haya ignorado todo lo que Aldric te ha hecho hasta ahora, pero esta vez no, ¿cómo se atreve a poner un dedo sobre ti? —Las venas de su cuello resaltaban por la ira que lo atravesaba.
Islinda se dio cuenta de que Eli creía que Aldric la había estrangulado a propósito. Él no sabía que su huésped estaba siendo manipulado. Así que intentó explicárselo. —No, no es eso Eli
—No lo defiendas, princesa —sonó furioso.
—No, no estoy tratando de defenderlo, es solo que
—Sé que solo estás tratando de ser considerada, pero eso no cambiará mi opinión. Sé que él es mi huésped y va a ser difícil, pero esta vez lo encadenaré en mi consciencia más profunda. Me aseguraré de que esté atrapado de tal manera que nunca más podrá hacerte daño —. Tomó su cara, jurándole con la máxima convicción.