Islinda se distrajo... ¿acaso?
—Eli... ¡Oh, mierda! ¡Sí! —Islinda jadeó mientras las caderas de Eli se movían con precisión, tocando el punto perfecto en el ángulo correcto. Ella se derrumbó sobre la cama, abrumada por oleada tras oleada de placer. Cada sensación la enviaba a un frenesí, sus gritos resonaban en la habitación mientras su cuerpo se arqueaba incontrolablemente. Sentía que estaba al borde del éxtasis, al punto de la rendición completa.
—Te extrañé, princesa... —Eli jadeaba pesadamente, apretando más fuerte mientras abría más sus piernas y continuaba embistiéndola, gruñendo con exaltación ante la intensa sensación.
Su cuerpo convulsionó alrededor de él, su sexo pulsando alrededor de su miembro palpitante, y Eli respondió embistiéndola con aún más fuerza. Finalmente, ella sucumbió al orgasmo con un grito, cada nervio de su cuerpo vivo y hormigueando de placer.