—¡No! —Islinda se incorporó de golpe con un grito alarmado. Tenía los ojos muy abiertos y estaba cubierta de sudor frío. Mirando a su alrededor el ambiente familiar, reconoció que estaba de vuelta en su habitación y logró calmarse.
Recordó la visión con claridad e Islinda tembló ante la última escena justo antes de ser sacada de vuelta a la realidad. ¿Qué diablos había hecho Azula? Islinda se frotó el pecho que todavía latía rápidamente. La intuición le decía que lo que fuera que Azula hubiera hecho no podía ser nada bueno y eso la molestaba extrañamente. Podía sentirlo, algo ominoso se quedaba en el aire. Esto era solo la calma antes de la tormenta.
Con un suspiro, Islinda apartó la sábana y estaba a punto de salir de la cama, solo para congelarse.
—Imposible... —Islinda murmuró desde el shock, porque parado en medio de su habitación había un hermoso y conocido gato blanco.
—¿P-príncipe Wayne? —Islinda llamó insegura. Se sentía como si estuviera alucinando en este momento.