—Señorita, ¿no debería guardar al gato hasta que terminemos? —dijo Ailee, mirando fijamente al príncipe Wayne.
Islinda apenas se había reconectado con su gato Wrry cuando Ginger y Ailee entraron en su habitación, con la intención de prepararla para el día aunque ella pasaría esos días encerrada en su habitación. Desafortunadamente, esa era su maldición por relacionarse con la realeza. Tenía que verse impecable todo el tiempo y no debería ser sorprendida en un mal momento.
Desafortunadamente, el príncipe Wayne no estaba dispuesto a eso y quería pasar más tiempo con ella. De repente, estaba siendo demasiado pegajoso. Había requerido mucha convicción mantenerlo alejado del baño. El gato parecía tener un poco de inteligencia, por lo que Islinda habló con él, solo entonces él la dejó en paz.