—¡Mierda! —maldijo Renzo mientras intentaba marcar el número de Arlan, pero no hubo respuesta. Estaba en el aeropuerto, listo para tomar el primer vuelo a Lamey para hablar personalmente con Arlan e informarle de lo que le había sucedido a Carla. Todavía no podía creer cómo el hombre no había hecho nada hasta ahora, ni siquiera emitir un comunicado a favor de Carla.
Ya había ido a la Casa Blanca, pero nadie lo atendió cuando pidió ver al presidente. Dijeron que el presidente aún estaba débil y no podía recibir visitantes en ese momento.
—¡No puedo creer que esto esté pasando! Debo salvar a Carla —murmuró para sí.
—¡Gerente Renzo!
Se sobresaltó al escuchar una voz familiar, era un reportero. A pesar de llevar una mascarilla, una gorra y gafas de sol, alguien aún lo había reconocido.