La presencia era inconfundible. Todos podían verla sin importar dónde estuvieran, incluso aquellos que todavía permanecían en el Castillo. Era imponente, más grande que un gigante, como si la propia montaña se estuviera moviendo. Bajo sus numerosos ojos vigilantes, los humanos sentían que no había dónde esconderse, ni siquiera bajo tierra o detrás de una pared de barrera.
Quizás, el vacío que veían a través del desierto había estado siempre allí para ocultar esta presencia.
Zein entrecerró los ojos. No, si esa entidad había estado allí, a la vista de todos durante todo el tiempo, no había razón para que esperara tanto tiempo antes de actuar. En el momento en que la Atalaya del Castillo se erigió y el fragmento fue montado, debería haberlo visto ya.
No, si era la verdadera Estrella Caída con todo su poder, no debería esperar tanto tiempo.