—¿Qué fue eso, perdedor? —preguntó Luis con descaro y dio un paso adelante.
Jael se estremeció, sintiendo hervir su sangre. No había duda. Había perdido esta pelea. Sin embargo, no tenía planes de terminarla sin haber golpeado al menos una vez a Luis. Jamás lo dejaría vivirlo.
No es que eso fuera razón para preocuparse; no era como si algo saliera de esta pelea. Sin embargo, su orgullo estaba en juego, y quería redimirlo a toda costa.
—Dije tal vez —respondió.
—Tal vez no es una respuesta suficientemente buena. Podría darte otra ronda de golpes solo para facilitarte la elección. Tal vez apunte a tu cabeza; si agito tu cerebro, empezarás a pensar correctamente.
Se detuvo frente a Jael y se inclinó sobre él, quien aún estaba en el suelo con sangre brotando de sus labios y una mejilla hinchada.