—¿Sabes cuál es la mejor parte de esto? —preguntó maliciosamente—. Estás demasiado débil para patearme el trasero.
Jael lo miró a Luis con una expresión de shock. —¿Está seguro de que no has perdido la razón? —sus ojos brillaban.
Luis rebotaba sobre sus pies, sus ojos relucientes de emoción. —Tal vez, pero ¿qué vas a hacer al respecto? —mientras hacía la pregunta, se acercaba a donde Jael estaba sentado en el agua.
Jael saltó a sus pies y escupió sangre. El sabor metálico de la sangre en su boca hervía su propia sangre. —Voy a fingir que eso no pasó. Tienes tres segundos...
—¿O si no qué? —Luis preguntó y crujó su cuello—. ¿Qué se supone que puedes hacer al respecto? Aquí no hay guardias. Voy a patearte el trasero, a meterte en razón. Ohhh, ya entiendo. Asustado, ¿eh? Puedo decir que ese golpe te tomó por sorpresa. Se sintió muy bien escuchar ese crujido.