Mauve miró a su padre con una expresión atónita. No podía creer las palabras que acababan de salir de su boca. De hecho, sus oídos la estaban engañando.
—¿Por qué? Nunca te ha importado lo que me suceda. ¿Por qué esforzarte ahora? ¿Qué estás ocultándome? ¿Por qué estoy realmente aquí? —preguntó rápidamente, arrojándose al viento. Técnicamente, no tenía nada que perder.
—¿De qué estás hablando? —la miró con un gran ceño fruncido en su rostro—. Estás aquí porque es lo mejor para ti. Me di cuenta de mi error y estoy dispuesto a enmendarlo. ¿No es esa razón suficiente? —preguntó, mirándola intensamente.
Mauve se estremeció cuando el mismo conjunto de palabras le fue arrojado de nuevo. ¿Realmente pensaba que era tan crédula?
Mauve negó con la cabeza:
—No, no lo es. ¿Está seguro intentando vengarte de los vampiros manteniéndome aquí? —preguntó.