Un suave sonido sacó a Mauve de su cama. Se sentó erguida con el ceño fruncido. Debía haberse quedado dormida.
El sonido que la había despertado resonó, y parecía que quienquiera que estuviera llamando no entraría a menos que ella lo dijera.
—Mauve, soy yo —escuchó decir a Malcolm.
—Entre —intentó decir, pero su voz sonó ronca. Lo intentó de nuevo, esta vez hablando más alto—. Entre.
La puerta se abrió de inmediato y Malcolm entró. —Mauve —llamó, acercándose precipitadamente a donde ella yacía en la cama—. ¿Qué ocurre?
Ella dobló las rodillas y apoyó su cabeza en ellas. —Supongo que ahora soy una prisionera —respondió con una sonrisa triste.
—¿Qué? Galath me dijo que vio a algunos guardias escoltándote a tu habitación, y cuando pidió verte, se lo negaron. ¿Qué diablos pasó? Sé que se suponía que hablarías con Padre después del almuerzo. ¿Tiene algo que ver con eso?