Mauve se enderezó de golpe, justo cuando María soltó un suspiro. Se giró para ver a la criada en la esquina preparando el baño.
—Lo siento mucho, Princesa. Intentaba ser silenciosa, no quería despertarte.
—Oh —dijo Mauve y se frotó los ojos—. No sabía por qué se había despertado de repente, pero estaba segura de que había oído un sonido fuerte.
—El cuenco cayó demasiado fuerte en el suelo. Lo siento muchísimo.
—Está bien —dijo y retiró la mano de su rostro—. Por cómo se sentía era obvio que no había dormido lo suficiente.
Bostezó, tenía un poco de hambre. Pronto sería la hora del desayuno. Se preguntaba si volvería a comer en su habitación.
Malcolm no dijo nada sobre hablar con el rey, pero dudaba que fuera antes del desayuno. Tampoco es que ella quisiera salir.
—Ugh —murmuró en voz alta al recordar la noche anterior—. Todavía le retumbaba la cabeza por el percance.
—¿Qué has dicho, Princesa? —María preguntó. Sonaba muy preocupada.