Mauve abrió los ojos y vio a Jael mirándola con sus brillantes ojos azules. Se giró lejos de él, moviendo no solo su cabeza sino todo su cuerpo hasta tener la espalda hacia él.
Él soltó una carcajada ante su reacción. —¿Dormiste bien? —preguntó mientras le acariciaba la parte trasera de la cabeza con la nariz.
—Gracias a ti no —susurró ella.
—¿Estás seguro? —preguntó al abrazarla, con la espalda de ella pegada a su pecho.
—Estoy segura —contestó, tratando de fingir que no tenía problemas con él pegado a ella con su piel desnuda bajo las sábanas. No ayudaba que pudiera sentirlo todo.
—Considerando cómo me estabas agarrando y gritando mi nombre, me gusta pensar que fui de mucha ayuda —anunció orgullosamente.
—¿Cómo se supone que eso me ayudó a dormir? Y no estaba gritando.
—¿No? —Jael preguntó, bajando la voz un tono. —¿Quieres que te demuestre que sí lo estabas?