—Lo es, estaría triste si no pudiera tener un hijo para mi compañero —dijo Mill mientras intentaba consolar a Mauve—. Estaría devastada. Sé que amas a Primus y sé que él también te ama. No hace precisamente un buen trabajo ocultándolo. Es como si quisiera que todos lo supieran —sonrió.
—Solo dices eso para animarme —susurró Mauve.
—No, no tengo razón para mentirte —respondió Mill.
—Tienes razón, pero ¿no te molesta? —preguntó ella, y se abrazó a sí misma—. Sé que molesta al resto de los vampiros.
—¿Molestarme? Seguramente estás bromeando. Prefiero que seas la compañera de Jael antes que cualquier otro de los vampiros engreídos que no dudan en mostrar su estatus.
—Soy humano.
—Y mi padre pensaba que estaba maldito. Estás predicando al coro.
—Mauve rió:
— Supongo que sí. Realmente no soy una princesa —soltó.
—¿Qué? —Mill parpadeó, un poco sorprendida por la información.