Mauve se movía inquieta sobre sus pies mientras Mill golpeaba la puerta. Habían corrido aquí tan pronto como Mill le dio la noticia y ella no estaba segura de si era una buena idea.
Se sentía nerviosa. Sabía que no debería pero no podía evitarlo. La Dama Sabrina había sido amable con ella y dudaba que eso hubiera cambiado. Más bien esperaba que no lo hubiera hecho.
Iba a ser positiva porque si La Dama Sabrina no quisiera tener nada que ver con ella, no la habría pedido.
La puerta se abrió de inmediato y los ojos de Mauve dolieron ante la figura resplandeciente. Quizás era la forma en que la luz se reflejaba en su espalda, pero su cabello rubio brillante brillaba y su sonrisa era igual de radiante.
—Mauve —la llamó mientras posaba su mirada en ella. La Dama Sabrina avanzó, pasando junto a Mill mientras envolvía a Mauve en sus brazos.
Sus piernas se levantaron del suelo mientras la Dama Sabrina le daba el abrazo más fuerte jamás dado. Mauve pataleaba mientras intentaba respirar.