Mauve observó cómo Mill se tensó al escuchar el golpe. Podía decir que a Mill no le gustó la interrupción.
Sabrina miró a Mill y luego a Mauve. —¿Estás esperando a alguien? —preguntó.
Mauve negó con la cabeza, no lo estaba. Excepto Luis, nadie más vendría a su habitación y no creía que la reunión hubiera terminado aún.
—Voy a verificar —dijo Mill y se levantó de la cama. Dejó el ovillo sobre la cama y caminó hacia la puerta.
—¿Quién es? —preguntó.
—Mill —dijo Jael—. ¿Podrías abrir la puerta?
Era difícil decidir quién estaba más horrorizado. Mill asintió rápidamente y giró la manija mientras Sabrina se sentaba erguida, arreglándose el cabello y el vestido.
Sin embargo, Mauve no se inmutó y sus pensamientos estaban más en el hecho de que él había tocado a la puerta que en que él estaba del otro lado de la misma.
Saltó a sus pies y corrió hacia él cuando entró. Observó su rostro suavizarse un poco al posarse en ella.