Mauve se despertó estirándose, gimiendo suavemente. Abrió los ojos para ver a Jael mirándola, a punto de reírse.
—Parece que alguien durmió bien —comentó él.
Ella le sonrió tímidamente. —Podría decir lo mismo.
—No soy de los que niegan la verdad, dormí bien. Tú no has dicho si lo hiciste o no.
—Sí lo hice —dijo ella y sacó la lengua—. Ahora déjalo.
Jael se rió. —Me alegra que estés enérgica esta mañana. Temía que anoche te ralentizara un poco.
—¡Jael! —gritó ella horrorizada.
Él se rió, pero ella no compartió su diversión. Envuelta en las sábanas alrededor de su cuerpo desnudo, se levantó de la cama.
—¿Espera, te vas? —preguntó él en shock.
—¡Sí! —respondió ella.
Mirándolo con severidad, se alejó de la cama y hacia la puerta de comunicación. No miró atrás mientras pasaba a su habitación.
Mauve se sentó en su cama y respiró hondo. Mill debería llegar en unos minutos desde ahora. Mauve podía esperar.
Esta vez se vestiría con algo más que sus camisones y las camisas de Jael.