Mauve observó cómo Jean la miraba asombrado. Acababan de terminar la última comida y Jael lo había llamado para revisar el estado de su salud.
—¿Qué opinas? —preguntó Jael cuando el silencio llenó la habitación y Jean todavía no decía nada.
Jean estaba arrodillado con su cabeza a la misma altura que el brazo de Mauve mientras ella se sentaba erguida en la cama.
Una de sus manos sostenía la mano de Mauve mientras la otra sostenía la lámpara que usaba para estudiar su brazo un poco demasiado de cerca.
Era difícil ver su rostro cuando estaba casi pegado a su mano. La soltó y estiró su palma. Ella le dio la segunda y la miró intensamente.
La tensión en el aire era densa y Mauve podía ver a Jael pasearse desde el rincón de sus ojos. El hecho de que caminara tanto pero no se escuchara ningún paso era bastante impresionante.